El Viaje de Luna en el Día de los Muertos
Era un tranquilo 1 de noviembre en el pequeño pueblo de San Juan, donde las familias se preparaban para celebrar el Día de los Muertos. En el corazón del pueblo, vivía una niña llamada Luna, curiosa y valiente, que siempre había escuchado historias sobre cómo los espíritus de sus seres queridos regresaban a visitar a los vivos durante esta especial festividad.
Esa mañana, mientras ayudaba a su abuela a preparar el altar, Luna notó una pequeña caja de madera escondida detrás de una foto antigua. La caja estaba decorada con colores brillantes y tenía un extraño brillo. Al abrirla, Luna encontró una carta escrita con una caligrafía elegante.
“Querida Luna,” decía la carta. “Si encuentras esta caja, significa que es hora de que te lleve a un viaje muy especial. Esta noche, cuando las estrellas brillen en el cielo, podrás conocer a aquellos que amas y que han partido. Recuerda, el amor nunca se apaga. Con cariño, Tía Rosa.”
Luna no podía contener su emoción. Esa noche, al caer la oscuridad y al encender las velas del altar, la magia comenzó. Un suave viento sopló, y las luces del altar danzaron. Luna sintió una calidez envolvente y, de repente, vio una figura familiar acercándose: ¡su tía Rosa!
“¡Luna! ¡Has crecido tanto!” exclamó la tía Rosa, abrazándola con amor. “Esta noche es un regalo, y tengo muchas historias que contarte.”
Juntas, viajaron al mundo de los espíritus, donde el cielo estaba lleno de luces brillantes y la música llenaba el aire. Luna vio a otros miembros de su familia que había perdido: su abuelo, su perro Max y su mejor amiga, Sofía. Todos estaban sonriendo y celebrando la vida.
“Ven, Luna, vamos a compartir un platillo especial,” dijo su abuelo, llevando a Luna a una mesa llena de deliciosos alimentos que ella había preparado para el altar. “Recuerda, celebramos la vida de aquellos que amamos, y cada platillo que has hecho les hace sentir cerca.”
Luna aprendió que, aunque sus seres queridos no estuvieran físicamente presentes, su amor siempre estaría con ella. Juntos, bailaron y contaron historias, riendo hasta que la luna estaba alta en el cielo. Cada momento era especial, y Luna sentía su corazón lleno de felicidad y nostalgia.
Finalmente, el reloj marcó la medianoche, y Luna supo que era hora de regresar. “No llores, Luna,” dijo su tía Rosa. “Siempre estaré contigo, en tu corazón y en tus recuerdos. Nos volveremos a ver cada año, en este mágico Día de los Muertos.”
Luna se despidió con lágrimas en los ojos pero con una gran sonrisa en su corazón. Al despertar en su cama, se dio cuenta de que todo había sido un hermoso sueño, pero sentía que era más que eso. Se levantó, corrió hacia el altar y añadió un nuevo recuerdo: un dibujo de su tía Rosa y todos los seres queridos que había conocido.
Desde ese día, Luna celebró el Día de los Muertos con más alegría que nunca, recordando que el amor nunca se apaga y que cada año, los espíritus de sus seres queridos regresarían para celebrar con ella.
Fin
Este cuento trata de la conexión entre la vida y la muerte, y cómo los recuerdos y el amor de los seres queridos perduran en el tiempo, especialmente durante el Día de los Muertos.

